sábado, 26 de marzo de 2011

JESUS SE ENFRENTA A LOS QUE HACEN DE LA RELIGION Y DEL TEMPLO UN NEGOCIO (Jn. 2, 13-22; Mc. 11,15-19)

El único templo que tenía los judíos era el de Jerusalén. Los judíos eran gente muy religiosa que frecuentaba mucho el templo, todos los días, sobre todo en las grandes fiestas.
En el templo había tanto culto que cada semana se necesitaban 300 sacerdotes para eso, ayudados por 400 levitas (sacristanes, músicos, cantores, policías).
En el templo entraba mucho dinero.
- Todos los judíos mayores de 12 años, hasta los que vivían en el extranjero, tenían que pagar al templo un impuesto anual equivalente a lo que se ganaba en dos días de jornal.
- Todo el que producía algo tenía que entregar al templo una décima parte de lo que producía de valor: animales, frutos, grano, aceite, vino, etc.
- Mucha gente hacía regalos al templo (Mc. 7,11) y grandes limosnas (Mc. 12,41).

- En las funciones religiosas se mataban animales. todos los días se ofrecían
s víctimas (toros terneros, ovejas cabras, palomas) como sacrificios públicos de la comunidad, además de la cantidad de esos animales que se ofrecían como sacrificios privados por la gente para expiar sus pecados y recuperar la pureza legal.
- En la explanada del templo se vendían esos animales.
- En el templo no se admitía moneda extranjera. El cambio de moneda no se podía hacer más que en el templo.
- Los días de peregrinación había hasta 93 sacerdotes encargados de las ventas y de la recogida de la plata.
- Los sumos sacerdotes del templo y sus familias estaban metidos en ese negocio.
Así podemos entender bien los que Jesús hizo:
Jesús entra en el templo en el momento en que está lleno de judíos peregrinos venidos de todas partes para las fiestas de la Pascua. Y arremete contra todo aquel sistema de compras, ventas, cambio, víctimas para los sacrificios... Vuelca las mesas de los cambistas y desbarata los puestos de los que hacen negocios en los templos y los llama ladrones.
El templo, la religión no pueden transformarse en un mercado, en un negocio. Esa es la mayor prostitución: religión y templo que deben lleva a amar y servir a los demás, a hacernos prójimos de los más necesitados, sirven para enriquecerse explotando al que se aproxima y acude al templo.


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