No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios y con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.
2 Corintios 6:3-10
“Por cuatro años”, dice el doctor W. R. Hotchkiss, “he vivido solo en el Africa.
Treinta veces he sido atacado por las fiebres, tres veces atacado por leones y varias veces por rinocerontes; no pocas veces los nativos me han tendido emboscadas y por cuatro meses no he visto una pieza de pan, teniendo que limitarme a comer todas las cosas, desde hormigas hasta rinocerontes; pero permítanme que les diga que con todo gusto pasaría otra vez por todas estas experiencias, a cambio del gozo de llevar la palabra Salvador y hacerla brillar en la obscuridad que envuelve a alguna otra de las tribus del Africa Central.” — W. S. Ament.