“Jesús agregó:
¿Qué les parece esto? Un hombre
tenía dos hijos. Se dirigió al primero y
le dijo: Hijo, hoy tienes que ir a
trabajar a mi viña. Y el respondió: No quiero.
Pero después se arrepintió y fue.
Luego el padre se acercó al otro y le mandó lo mismo. Este respondió: Voy, señor, pero no fue.
Jesús, pues preguntó:
¿Cuál de los dos hizo lo que quería el padre? “Ellos contestaron: el primero, y Jesús prosiguió: En verdad, los publicanos y las prostitutas
les preceden a ustedes en el Reino de los Cielos. Porque Juan vino para indicarles el camino
del bien y ustedes no le creyeron mientras que los publicanos y las prostitutas
le creyeron; ustedes fueron testigos, pero ni con esto se arrepintieron y le
creyeron”.
El reinado de Dios es el reinado de la Palabra hecha carne (y no
hecha enunciado), de la obediencia radical y cumplida, y solo entran en ese
reino los que escuchan y practican el evangelio. Por lo tanto, creer no es saber mucho y mejor
que los otros, ni conocer la voluntad de Dios, ni tener como ciertas las
verdades que la Iglesia
nos propone…, sino llevar una vida coherente con el evangelio. Por eso Jesús, que condena la hipocresía de
los santones de Israel, muestra toda su simpatía por el hijo protestón de su
parábola y se sienta a comer y beber con pecadores públicos.