miércoles, 4 de agosto de 2010

RECETA PARA LA FELICIDAD


Ingredientes:


Una libra de recuerdos infantiles.

2 tazas de Sonrisas.

2.5 libras de esperanzas.

12 onzas de Ternura.

5 latas de cariño.

40 paquetes de alegría.

1 pizca de locura.

8 tazas de Amor.

5 libras de Paciencia.

MODO DE PREPARACIÓN:


Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan. Agrégale una a una las sonrisas, hasta formar una pasta
suave y dulce.

Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble el tamaño.

Lava con agua cada uno de los paquetes de Alegría, pártelos en pequeños pedacitos y mèzclalos con todo el cariño que puedas.

Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida.

Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelo con la mezcla anterior.

Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón.

Disfrútalas siempre con toda tu familia y seres queridos.

CONSEJO FINAL:
Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y una libra de comunicación para que la receta te dure para siempre. Pero sobre todo, lee siempre el libro de recetas llamada Biblia, del Chef Superior, Dios. Por ti mismo no podrás, con él si lo lograrás.

Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. 



Mateo 5:3-6

domingo, 1 de agosto de 2010

UN DÍA QUE VI MI ESTRELLA


Desde niño ya mostraba mis dotes de gran violinista. En ese momento soñaba con alcanzar la fama mundial y ser muy querido por todos. Una vez lo confesé ese sueño a mi maestro y este, con una amable sonrisa, me dijo: “Con el don que tienes, fácil puedes alcanzar la fama. Pero, para ser grande y admirado por todos, tienes que inspirarte. Y tocar con inspiración significa elevar los ojos a un estrella lejana”.
     En ese entonces creí que sus palabras significaban que tuviera que poner el alma entera en cada ejecución. Pero unos años después, para mi asombro descubriría que aquellas palabras me iban a enseñar a lograr la inspiración que siempre quise tener.
     Recién había concluido la Segunda Guerra Mundial, y acepte una invitación para dar un concierto en Berlín. Para ese entonces ya había alcanzado una gran fama como violinista. Pero como yo tengo raíces judías, ello motivo a que la comunidad judía mundial se sintiera ultrajada y se pusiera unánimemente en mi contra. Aquellas críticas me afectaron profundamente. Estaba a punto de cancelar el concierto. Pero en ese momento me acorde en “poner los ojos a esa estrella lejana”.
      Aquella noche en Berlín, la presentarme, le dije al auditorio: “Combatir el odio con el odio es inútil. Tengo la esperanza de que esta noche comenzaremos a entendernos los unos a los otros a través de la música que todos amamos”. Dicho esto, el auditorio se levanto a aplaudirme. Aquella noche toque como nunca.
     Gracias a esa experiencia, recién comprendí totalmente las palabras de mi maestro de violín, elevar los ojos a una estrella lejana significaba tener un ideal o un propósito más alto y a la vez tan grandioso como para que fuera la fuente de nuestra inspiración. Ahora si ya había alcanzado mi sueño de niño.

                                                                                         Yehudi Menuhin.



Desafio Peniel

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Santa Cruz Bolivia

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