Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
Vistas de página en total
lunes, 12 de julio de 2010
Ama al Amigo
Cierto viejo solitario, vivía en las profundidades de las montañas de Colorado. Cuando murió, sus parientes lejanos vinieron de la ciudad para llevarse sus cosas de valor. Luego de llegar, todo lo que ellos vieron fue una vieja choza con un retrete adosado a ésta. Dentro de la choza, cerca de la chimenea de piedra, había una vieja cacerola y su equipo de minería. Una mesa llena de grietas con una silla de tres patas montaban guardia junto a una delgada ventana, y una lámpara de kerosene servía como centro de mesa. En un rincón oscuro había un desmoronado catre con una gastada bolsa de dormir sobre él.
Ellos recogieron algunas de las viejas reliquias y se dispusieron a partir. Mientras se iban, un viejo amigo del solitario, sobre su mula, les hizo señas que parasen. "¿Les importaría si yo saco algo de lo que ha quedado en la cabaña de mi amigo?", preguntó. "Vaya tranquilo", le contestaron. Después de todo, pensaron, ¿qué puede haber de valor dentro de la choza?
El viejo amigo entró a la choza y caminó directamente hacia la mesa. Estiró el brazo debajo de ella y levantó una de las tablas del piso. Luego procedió a sacar todo el oro que su amigo había encontrado en los últimos 53 años, suficiente como para que se hubiese construido un palacio. El solitario murió con un sólo amigo que lo sabía. Mientras el amigo miraba por la pequeña ventana observando la nube de polvo, detrás de la cual desaparecería el coche de los parientes, dijo: "Deberían haberlo conocido mejor".
Proverbios 17:17
En todo tiempo ama al amigo y es como un hermano en tiempos de angustia
sábado, 3 de julio de 2010
MI PADRE
Brennan Manning cuenta la historia de un hombre llamado Ed Farell, que viajó desde su hogar en Detroit para pasar dos semanas de vacaciones en Irlanda, a fin de celebrar los ochenta años de su tío. Al amanecer el gran día, Ed y su tío se levantaron temprano para ver salir el sol.
Caminaron por la orilla del lago Killarney, encantados con la hierba de color verde esmeralda y las cristalinas y azules aguas. Durante veinte minutos contemplaron juntos la escena en silencio.
Entonces, el tío comenzó a hacer algo poco típico en un hombre de ochenta años: Comenzó a brincar por la orilla del lago sonriendo como un escolar enamorado. Ed iba jadeando mientras trataba de alcanzarlo.
-Tío Seamus, te ves muy feliz. ¿Me quieres decir por qué? -Sí -Le dijo el anciano, mientras le rodaban las lágrimas por las mejillas-.
Verás: el Padre me quiere mucho. Ah, mi Padre me quiere muchísimo.
Así sucede en nuestra vida:
lunes, 7 de junio de 2010
TESTIGO SILENCIOSO
Filipenses 1
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Mas si el vivir en la carne, esto me será para fruto de la obra, no sé entonces qué escoger;Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor: Empero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.
Y confiado en esto, sé que quedaré, que aun permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y gozo de la fe; Para que crezca vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi venida otra vez á vosotros.
Solamente que converséis como es digno del evangelio de Cristo; para que, ó sea que vaya á veros, ó que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, unánimes combatiendo juntamente por la fe del evangelio
En una bella y cálida mañana de enero, un colega y yo estábamos tomando un desayuno en una cafetería al aire libre en el Parque Mac Ritchie Reservoir en Singapur. Con un bello lago y Jardines inmaculados a nuestro alrededor, el escenario era silencioso, tranquilo y encantador, y una ligera brisa soplaba por todo el agua.
En una mesa cercana, una joven estaba sentada en silencio leyendo su Biblia. Estaba absorta en el texto y ocasionalmente levantaba la vista para considerar lo que había leído. Nunca dijo palabra alguna, pero su corazón y sus prioridades nos eran visibles a todos en esa cafetería. Era un testimonio, suave, positivo y silencioso.
Ella no estaba avergonzada de Cristo o de su libro. Tampoco no predico un sermón ni canto ninguna canción. Estaba dispuesta a que se le identificara con el Salvador, pero no necesitaba anunciar su lealtad.
En nuestros intentos por compartir el mensaje de Jesus, debemos finalmente usar palabras. Porque en última instancia las palabras son necesarias para presentar el evangelio. Pero también podemos aprender del ejemplo de esta mujer.
Hay momentos cuando el silencio de nuestras acciones diarias habla en voz alta, revelando nuestro amor por el Señor. En nuestro deseo por compartir a Cristo con un mundo quebrantado, no ignoremos el poder de nuestro testimonio silencioso.
Da testimonio de Cristo con tu vida asi como también con tus labios.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)